Desmantelar la masculinidad tóxica de adentro hacia afuera.
Son las 6 a.m. y estoy tomando café en mi balcón viendo cómo el cielo cambia de gris a azul.
Un poncho desgastado me protege del frío de la mañana. Instalada en mi propio espacio seguro en este nuevo hogar, estoy reflexionando sobre cómo la tranquilidad en las relaciones también me hace sentir bien, segura y, sí, sexy.
El peligro, cuando se trata de intimidad, no es sexy. O no creo que deba ser así. Es difícil desaprender después de toda una vida de consumir inconscientemente mensajes tácitos en la cultura popular que dicen exactamente lo contrario: programas de televisión, películas y bandas que venden protagonistas masculinos inquietantes, oscuros y peligrosos.
Las niñas pequeñas aprenden a idolatrar y fetichizar al vampiro literalmente sediento de sangre (hola, “Crepúsculo”), del mismo modo que los niños están aprendiendo a sexualizar a la mansa damisela en apuros (te estamos viendo, “50 sombras de Grey”).
En estas dinámicas de relación normalizadas (heteronormativas), cada parte juega con las fantasías cansadas y tremendamente obsoletas del otro.
Desafortunadamente para aquellxs de nosotrxs a quienes nos gustan las soluciones fáciles, la masculinidad tóxica no es algo que podamos identificar y descartar rápidamente.
Es un tejido complejo de deseos, expectativas, creencias limitantes y patrones de lenguaje y pensamiento en el que todxs estamos envueltxs desde nuestro nacimiento, y que debemos desmantelar de hilo tóxico en hilo tóxico. Está tejido a partir de la historia, la cultura y la religión, así como de nuestras acciones e interacciones diarias.
Es mucho más viejo que nosotros, una reliquia polvorienta que nunca pedimos heredar, pero ahora que está aquí en nuestro armario, tenemos una oportunidad:
Envolvernos en sus pliegues extrañamente reconfortantes (lo familiar casi siempre es cómodo y cálido, incluso cuando nos asfixia), o destrozarlo, quemarlo y crear algo mejor a medida que el humo se disipe.
Todxs somos responsables de reparar y defender el tejido de la masculinidad tóxica cuando comienza a deshilacharse bajo la presión de una inspección cuidadosa.
Cuidar (perpetuar) la masculinidad tóxica puede verse así:
>> Regalar “Crepúsculo” a una adolescente.
>> Creer (como mujer): “Si mi zona púbica no se parece a la de una niña de seis años, entonces no soy deseable”.
>> Decirle a nuestra pareja que cualquier cosa sobre su cuerpo natural (cabello, grasa, fluidos, etc.) es repugnante o vergonzoso.
>> Enseñar a nuestros hijos que cualquier cosa relacionada con sus deseos o cuerpos naturales (sexualidad, menstruación, defecación) es repugnante o vergonzoso.
>> Faltarle el respeto a los límites de alguien porque “no sabe lo que quiere”.
>> Bromear diciendo que " 'No' significa 'esforzarse más' ".
>> Creer o sostener de alguna manera la noción de que existe el “trabajo de mujeres” y el “trabajo de hombres”.
>> Regurgitar estereotipos desgastados como “Los hombres de verdad no hacen XYZ”, “Las niñas no pueden XYZ” o cualquier otro anticuado, “Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus”: clichés de ese estilo.
>> Borrar las voces de las identidades de género marginalizadas.
>> Fetichizar la falta de seguridad en las relaciones íntimas o no íntimas.
Esa no es una lista exhaustiva. ¡Siéntete libre de agregar tus propios ejemplos!
El peligro no es sexy. La erosión de los límites no es sexy.
La adrenalina es (tal vez) sexy en el contexto de "Vamos a hacer paracaidismo juntos", pero no en el contexto de "¿Este vampiro me va a besar o matarme?".
¿Sabes qué es sexy? Comunicación, límites y acuerdos claros. Un “¡sí!” que surge del deseo, no del miedo o la coerción. La sensación de seguridad que proviene del consentimiento real.
“Crepúsculo” y “50 sombras de Grey” son sólo un par de fenómenos culturales tremendamente populares y favoritos personales para criticar, pero en realidad los culpables están en todas partes y, a menudo, son más sutiles. Los chistes “inofensivos”, los comentarios y críticas improvisados o los juicios desviados de familiares, amigos o socios pueden ser igual de dañinos, si no más.
Es fácil criticar a las celebridades y a los políticos; es mucho más difícil reconocer los sistemas profundamente arraigados del patriarcado (también el racismo, vale la pena mencionarlo) incrustados en nuestros propios cuerpos, corazones y mentes.
Desmantelar la masculinidad tóxica es un trabajo de adentro hacia afuera. Podría verse así:
>> Levantar la voz en contra de los chistes misóginos, racistas o de otro modo odiosos o violentos.
>> Celebrar en lugar de criticar decisiones personales que parecen diferentes a las nuestras.
>> Crear (y difundir) arte, música, cultura y medios que eleven a las poblaciones oprimidas, amplifiquen las voces marginalizadas y deconstruyan activamente los prejuicios abiertos o encubiertos.
>> Ser dueños de nuestros deseos, nuestro placer y nuestros límites sin vergüenza y con amor.
>> Honrar los deseos y límites de los demás, con respeto y amabilidad.
>> Deconstruir nuestros propios sistemas de creencias, nuestra sexualidad, nuestra comunicación, reconocer las semillas del patriarcado dentro de nuestro ser más profundo y eliminarlas cuando sea posible.
>> Reconstruirnos con intención y autoaceptación, reconociendo que somos productos de nuestra sociedad, y que nuestras creencias, sexualidad, deseos, lenguaje y límites son válidos, siempre que no causen daño.
Y finalmente: ¡podemos hacer estas conversaciones cada vez más comunes!
¿Cómo se manifiesta la masculinidad tóxica en tu experiencia del día a día? ¿Cómo la desmelas? ¡Me encantaría escuchar tu opinión en los comentarios!
Sobre la autora
Toby Israel es la fundadora y facilitadora de Mujeres Fuertes Autodefensa. Instructora de defensa personal (Certificación Completa, ESD Global, Formadora de Instructoras, Credencial ESDP con la Association of ESD Professionals) y maestra de yoga, facilita retiros y talleres para inspirar y transformar a partir de la conexión con nuestra fuerza interior. Vino a Costa Rica en 2017 para sacar su maestría en la Universidad para la Paz. Se quedó por el sol, la papaya y la comunidad.
Originally published in English at Elephant Journal on July 19, 2021.
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